El periodista Jorge Santa Cruz considera que López Obrador desahució las esperanzas de Ricardo Monreal y Marcelo Ebrard.

DSC02831Por Jorge Santa Cruz (*)

Foto: Gobierno de la Ciudad de México

Simón Levy renunció este 12 de abril como subsecretario de Turismo del gobierno de México, lo que adelantó el proceso de sucesión presidencial.

En un tuit, dijo que lo hacía por «motivos estrictamente personales». Se cuidó, eso sí, de externar su «profundo agradecimiento y lealtad» al presidente Andrés Manuel López y de desear «todo el éxito» a quien era su jefe directo, Miguel Torruco.

Pocos medios mexicanos destacaron la nota debido a que no dimensionaron su real significado. Simón Levy era uno de los operadores políticos de Ricardo Monreal dentro del gabinete de López Obrador.

Con la salida de Levy, el coordinador de la bancada morenista en el Senado de la República ve disminuidas drásticamente sus aspiraciones a suceder a López Obrador en la Presidencia de México a partir del 1 de diciembre de 2024.

El achicamiento político de Monreal beneficia directamente a la actual jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum Pardo, vinculada al sionismo internacional dirigido por Benjamín Netanyahu, Henry Kissinger y los Rockefeller. (Ella egresó del Programa de Estudios Avanzados en Desarrollo Sustentable impartido por El Colegio de México y la Fundación Rockefeller).

Recuérdese que López Obrador (mediante una encuesta a modo) designó a Sheinbaum Pardo como candidata a Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, dejando sin oportunidad a Monreal.

El otro afectado por el gran dedo elector

Pero Monreal no está sólo en la desventura; le acompaña el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard Casaubon, quien ve con impotencia que el gran dedo elector de López Obrador se decidió prematuramente por Claudia Sheinbaum. (AMLO no lleva ni cinco meses en el poder).

Ello explica la presunta renuncia del Canciller, desmentida, por cierto, por el Presidente de la República. Lo cierto es que la cuenta regresiva para Ebrard ya comenzó.

Ebrard se alineó desde el principio del gobierno de López Obrador con el bando mundialista de Rothschild-Soros que se especializa en desestabilizar a países y regiones con especulación, terrorismo y migraciones.

La dupla citada es enemiga del cártel Netanyahu-Kissinger-Rockefeller que está detrás de Donald Trump. Por eso —no está demás reiterarlo— uno de sus desafíos a mister Donald consiste en poner la máxima presión en la frontera sur de los Estados Unidos.

Ebrard, en complicidad con la secretaria de Gobernación (encargada de la política interior del país), Olga Sánchez Cordero, ha dejado hacer y deshacer a los traficantes de seres humanos que manipulan a los migrantes. Tal situación ha causado profundo disgusto en la Casa Blanca, donde Trump diseña su estrategia para reelegirse en las elecciones de noviembre de 2020.

Los cierres parciales de la frontera de Estados Unidos con México, las amenazas de cerrarla de manera completa y el instrumento de chantaje del TLCAN 2 son argumentos suficientes para que López Obrador —partidario del marxismo cultural de Soros— contradiga a su Canciller y trate de congraciarse con el Presidente de los Estados Unidos, aunque mister Donald le caiga en la punta del hígado.

Por esto, AMLO agradeció este 12 de abril —el mismo día que renunció Simón Levy a la Subsecretaría de Turismo— al presidente Trump su «apertura» para tratar asuntos relacionados con la migración, la seguridad y el comercio.

En Mérida, Yucatán, ante el secretario de Comercio de EE. UU., Wilbur Ross, López Obrador aseguró que su gobierno respetará los contratos con empresas extranjeras (como Exxon y BlackRock).

Al participar como testigo de honor de la firma de un acuerdo entre el Consejo Coordinador Empresarial y la Cámara de Comercio de Estados Unidos, López Obrador señaló que ambas naciones deben trabajar en conjunto para hacer valer un auténtico estado de derecho, desarrollar el sureste de México [para frenar las migraciones] y cooperar para el progreso de las naciones de América Central. (El Universal, 13 de abril de 2019).

Está claro que la postura conciliadora de López Obrador con Trump desagrada a Rothschild y Soros y merma las aspiraciones presidencialistas de Ebrard Casaubon.

Claudia Sheinbaum Pardo, por lo demás, tiene otro argumento de peso para sentirse la próxima encargada de la Presidencia de México: su vínculo con el poderoso sector inmobiliario judío al que Trump —magnate inmobiliario— conoce tan bien.

En pocas palabras: López Obrador ya operó su «reelección» en 2024, utilizando para ello a la actual jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum Pardo.